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Christine Mcardle



Si Christine tiene razón, muchos de nosotros somos de tierra. Es probable que durante los asanas  nuestra cabeza no haga más que desear el momento de la relajación.  Si es así, todo el tiempo que nuestro cuerpo se tensa, sube y baja, se flexiona, se estira, se curva,se alarga,se encoge sobre sí, (se)respira y (se)transpira, todo ese tiempo, nuestra mente está a la espera de las palabras que sabe que finalmente llegaran y que marcarán el inicio del shavasana ;”buscad algo de abrigo si queréis”,entonces el cuerpo se acomodará sobre la esterilla que hasta hace poco  no ha sido sino una especie de tabla  rígida sobre la que ha danzado y que ofrece ahora, inesperadamente, pequeños y mullidos huecos sobre los que huesos y músculos se adaptan, se posan, reposan. El abrigo sobre el cuerpo, sobre los pies, sobre los ojos o sobre el vientre ayudará al viaje que ahora se inicia.

Comienza entonces a cobrar sentido todas y cada una de  las posturas ejercitadas. Lo que hasta ese momento ha sido una sucesión de momentos aislados  aparecen ahora como un conjunto donde todo está enlazado de un modo generosamente orgánico. Todos  y cada uno de los movimientos a los que el cuerpo se ha sometido se ofrecen entonces, como una danza milagrosa, una danza perfecta, una progresión casi matemática que de manera sorprendente nos conecta ,nos une, unos a otros, en esta danza de la vida.
Por eso cuando entonamos juntos el om, comprendemos que  por distintos caminos y con distintos pasos,hemos llegado todos  al mismo lugar. Y nos sorprendemos sabiendo que eso va a pasar más veces y en más lugares. Es entonces cuando hundimos nuestro om en la tierra para notar, acompañados  por otros,el extraordinario sonido con el que vibra la tierra.
Es así como esta práctica milenaria nos trae a modo de ofrenda esta  enseñanza, esta manera de entender la vida, de entender lo que está vivo y a los que estamos vivos.

Todo lo anterior  no sería posible sin Christine. Descubrimos cuando nos ocupamos en la tarea de presentarla a los demás que es labor difícil escribir sobre ella de manera individual. Cuando lo hacemos de esa forma el dibujo aparece borroso, desdibujado. Entonces nos damos cuenta  de qué  es lo que realmente está ocurriendo:como un director de orquesta, que no emite sonido alguno,pero que consigue una hermosa melodía porque da poder a cada uno de los integrantes de la orquesta, así trabaja Christine.
Nos hace danzar porque nos da poder para hacerlo,porque su intuición sobre el grupo es aún mayor que su conocimientos sobre las personas, porque su habilidad para sortear dificultades está siempre dirigida por un telos que durante un tiempo es solo presente para ella pero que de manera sorprendente se instala, lenta y pausadamente,en tu alma, en el anima de los griegos que servía para diferenciar lo inerte, lo muerto, de aquel movimiento que es propio solo de lo vivo.
Dicen nuestros alumnos que Christine hace magia y debe ser cierto porque hemos aprendido con ella a mirar lo sagrado que hay en nosotros y nos guiado hasta llegar a aquel lugar en él que sabes, con absoluta y serena certeza, que eres porque los demás son, que fluimos acompañados y acompasados  por un ritmo ancestral que nos liga a la tierra y a todo lo vivo que en ella habita.

Por todo ello.
Y por todo lo que está por  llegar.
Namaste Maestra Christine


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