Para
nuestra tercera clase juntos, nos llegaron las primeras visitas de
otro instituto, de otro pueblo de Granada, interesados en ofrecer el
yoga a su alumnado. Tuvimos una pequeña reunión con ellos antes de
entrar en la clase explicando todas las maneras en las que este
instituto ha trabajado a lo largo de los años para integrar mejor a
los padres y madres de nuestros niños en el programa de compensación
educativa que son, generalmente, de etnia gitana. El año pasado nos
entrevistó una periodista reconocida en España, Elena García
Quevedo, para la revista MIA y, justo este mes, salió publicado el
trabajo.
Queríamos
que ellos tuvieran la experiencia de tomar la clase con los niños y
niñas, así, asistieron a la primera sesión de la mañana.
Pensaba
dar una clase que he dado cientos de veces a niños de 5 años y a
adultos, profesores en mi formación. Es una clase que me gusta
ofrecer temprana en mi relación con los niños porque es muy rica en
valores y en arquetipos y puedo tomar de la experiencia continuamente
en los meses venideros.
Siempre
es mayor el reto cuando vienen visitas adultas a la clase porque, de
alguna manera, tienes que comunicarte en dos voces, una dirigida a
los niños y otra, dirigida a los adultos. En esta clase también se
“coló” un niño que no está en el proyecto de investigación.
Quería saber lo que estamos haciendo y se metió. Yo no sabía que
no pertenecía al grupo y le incluí como uno más, otro reto, un
alumno que no sabe de lo que va todo esto.
Los
niños siempre se portan de otra manera cuando vienen visitas,
empujan o exploran un poco sus límites, dos niños sacaron una
baraja de cartas y, cuando empezaban a jugar en sus esterillas, me
llegó una idea instintivamente, como un flechazo, “voy a usar las
cartas para desarrollar el tema de la clase.” De esta manera, no me
veo obligada a regañarles: “guarda eso estamos en la clase de yoga
ahora” y, aprovecho para crear enlaces, para conectar una lección
del yoga a sus vidas diarias, a una actividad suya, las cartas. De
esta manera intentamos siempre hacer asociaciones, asociar la
práctica, la clase de yoga a las necesidades de la vida diaria del
niño. Cosa que siento que la educación tradicional no hace.
El
tema es este: hablamos de un guerrero (que viene a ser tú y yo…
todos) que tiene retos grandes que superar, preocupaciones, le vienen
cambios y se siente inseguro, ¿cómo las enfrento? ¿qué hago? Esta
historia viene de la tradición nativa norteamericana y lo he
adaptado a mis clases de yoga. Sentimos que las posturas con una
intención emocional te puede reestructurar por dentro, literalmente.
Nuestro estado emocional crea patrones físicos (miedo, tristeza,
inseguridad = hombros echados para delante) y, según mi experiencia,
he comprobado que, simplemente creando la postura inversa es una gran
ayuda, estimula glándulas que te ayudan a cambiar la mente
(cualquier postura que empuja los hombros hacía atrás). Pero si
juntamos ambas cosas, la intención que queremos (“Yo puedo”) con
la postura física, que abre el corazón y alinea perfectamente los
hombros, (esa postura como el “Guerrero 1 o Virhabhadrsana 1”) se
crea una sinergia y se experimentan unos cambios internos muchas
veces radicales e inmediatos. Esto es parte del secreto de la
transformación que se produce en los practicantes del yoga….
Seguimos
con el cuento del día, en la tradición nativa norteamericana
sienten que la naturaleza misma tiene dones y es sagrada, cada punto
cardinal representa una cualidad. Se saluda a esos puntos cardinales
en gratitud siempre y también ante cualquier reto en la vida y se
pide que les proporcione las cualidades que cada punto representa.
Este:
abrir a la gracia, creer en ti = las copas
Norte:
la fuerza = los bastos
Oeste:
sabiduría = las espadas
Sur:
amor, humildad, pureza en tu corazón = el oro
Visitamos
una por una cada dirección cardinal, enlazando el tema o los
significados o definiciones más profundos de cada carta en la baraja
con las posturas. El camino del guerrero se puede resumir así: hace
falta estar abierto a los cambios en la vida, aceptándolos cuando te
lleguen abiertamente (como la copa), los pies bien puestos sobre la
tierra, respiras profundamente en cada momento, con aceptación,
atentos…. Hace falta ser fuertes, por dentro y por fuera, energía
muscular en tus posturas, todo el cuerpo trabaja al unísono. Hay que
usar esa fuerza interna y externa con inteligencia, sabiamente, no
impulsivamente. Hay que pensar y planificar para hacer las cosas
bien, para salir triunfante, con éxito. ¿Y qué es bien? ¿Qué es
el éxito? Siempre serás exitoso cuando las cosas las haces con
humildad, para el bien de todos, puro de corazón, así eres como el
oro.
Bueno
los niños y los profesores visitante siguieron paso por paso el
cuento y la práctica con absoluto interés. Se les ve en la cara en
las fotografías. Me encantó tener un yogui presente, que además es
hombre, porque sirvió de ejemplo para los jóvenes chavales en la
clase. Se inspiraron mucho y trabajaron juntos.
Pero
lo mejor que me llevo de esta clase fue lo que sucedió al final en
savasana…. El niño que nunca había practicado el yoga conmigo
estaba nervioso, se nota que es un niño que ha sufrido algún
trauma, por su manera de ser, tan reactivo, alerta, con la actitud
puesta en huir o pelear en cualquier momento… un gran guerrero al
que le hace falta más contacto con las cualidades del este y del sur
de esta práctica. Me fui directamente a su lado a la hora de la
relajación ya que me imaginaba que le iba costar horrores. A niños
con el estrés crónico les es casi imposible cerrar los ojos y
desactivar su sistema simpático, el que se prepara automáticamente
para la huida o la pelea. Coloqué una mano encima de su corazón,
fijé mi mirada en la suya y, al mismo tiempo, comencé a invitar a
los demás a que entrasen en la relajación, paso por paso.
La
mirada del niño era una mezcla de emociones tan potentes: la
sorpresa, la incertidumbre, la felicidad, la maravilla, la alegría…
La gratitud… Seguramente nunca había sentido su cuerpo tan
abierto, tan vulnerable, tan ligero y tan bien. Lo sé, porque
recuerdo la primera vez que lo sentí yo. Me penetró con su mirada
y su energía y quise llorar. Se me escapó una lágrima, una sola.
Ya en mi coche volviendo a casa dejaría que corrieran las que
quisieran salir. En la sala se respiraba paz, los niños TODOS
entraron en la relajación con facilidad, paz y silencio total,
quietos, entraron a por todas… Vi a los profesores visitantes
levantar sus cabezas para mirar, ¡¿qué?! ¿no se mueven? ¿se
están relajando?
Al
final concluimos la práctica preguntando: para tu vida, ahora mismo
¿cual de las cualidades del guerrero necesitas más: el coraje o
valor, la fuerza, la sabiduría o la humildad?
En
la segunda sesión. Nos quedamos en el norte, el YO PUEDO. Me
llegaron los niños un poco inquietos y no querían seguir el cuento.
Cambié totalmente de rumbo con ellos y trabajamos más que nada
nuestra respiración y cómo se alinean bien los homóplatos, los
hombros para que realmente pueda sentir por dentro que YO PUEDO, YO
CREO EN MI. Cantamos sonidos y la postura del guerrero uno tomó
forma interna, es la postura para este grupo del YO PUEDO.